Cuando todo inicia con una palabra: El poder creativo de Dios
¿Cómo comenzó el universo? ¿Qué puso en marcha la historia que hoy vivimos?
Son preguntas que han habitado la mente del ser humano desde los albores del tiempo. Buscamos explicaciones en la ciencia, en la filosofía, en la historia misma, y aunque cada disciplina nos aporta fragmentos de conocimiento, solo hay un lugar donde la respuesta se revela con claridad, poder y propósito: la Palabra de Dios.
La Biblia, sin introducciones innecesarias ni explicaciones científicas, nos entrega una afirmación tan poderosa como esperanzadora. En su primer versículo nos dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
Allí, en esa frase, descansa el origen de todo. No fue el azar, ni el caos, ni la casualidad. Fue Dios. El universo nació de una palabra divina, de una voz que pronunció orden en medio del vacío, de una intención eterna que decidió comenzar la historia del tiempo.
¿Cómo algo puede surgir de la nada?
Porque Dios es el todo, y su voz tiene poder para crear lo que aún no existe.
El texto continúa diciendo: “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3). Esa palabra no solo generó luz, sino que trajo sentido, dirección, propósito. Cuando Dios habla, la oscuridad retrocede, la confusión se ordena, la vida brota donde antes solo había caos.
Esta verdad trasciende el relato de la creación. Habla directamente a nuestras vidas.
¿Cuántas veces nos sentimos como esa tierra desordenada y vacía? ¿Cuántas veces nuestra alma parece cubierta por tinieblas?
Pero ahí es donde se manifiesta el poder transformador de la Palabra de Dios. Él no necesita materiales ni ayuda humana. No requiere condiciones ideales. Solo necesita hablar, y cuando lo hace, las cosas cambian de forma radical.
Cada día de la creación fue impulsado por su palabra. El mar, el cielo, los astros, los animales, el ser humano... todo fue formado por lo que Él dijo. “Y dijo Dios... y fue así”.
Esta expresión se repite como un canto, como un eco del cielo, recordándonos que cuando Dios habla, su voluntad se cumple sin error.
¿Y qué sucede cuando esa misma voz se dirige a ti? ¿Qué ocurre cuando Dios pronuncia tu nombre en medio del dolor, del miedo, de la desesperanza?
Sucede lo mismo que al inicio del tiempo: todo comienza a cambiar.
Porque el poder que hizo posible la creación es el mismo poder que te puede restaurar, sanar, levantar y transformar. Su palabra no ha perdido autoridad. No ha envejecido. No está limitada por los tiempos ni por tus circunstancias.
Jesús, la Palabra viva, dijo: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63).
Eso quiere decir que cuando lees su Palabra, no estás leyendo historia antigua ni literatura inspiradora. Estás recibiendo vida directamente del corazón de Dios.
Por eso, cuando todo parece perdido, cuando los recursos se acaban, cuando el ánimo se va, una sola palabra de Dios puede marcar la diferencia entre rendirse o empezar de nuevo.
Quizás hoy sientas que todo está oscuro, confuso, desordenado. Que hay un vacío que nada llena. Pero recuerda: así estaba la tierra antes de que Él hablara.
Y si en ese estado nació la creación, ¿Qué no podrá hacer Dios en ti hoy?
Él no necesita condiciones ideales, solo un corazón dispuesto a escuchar.
Y si tú hoy le dices: “Habla, Señor, que tu siervo oye”, entonces prepárate, porque algo nuevo comenzará a formarse.
Puede ser esperanza, puede ser sanidad, puede ser propósito, puede ser restauración, puede ser todo junto.
Pero lo cierto es que cuando Dios habla, nada queda igual.
¿Qué pasaría si hoy le dieras espacio a esa voz creadora en tu corazón? ¿Qué milagros podrían comenzar si crees que su palabra es suficiente?
Tal vez no veas resultados inmediatos, pero ten por seguro que su palabra no vuelve vacía, y que así como la luz obedeció aquella primera orden divina, tu historia también puede brillar bajo su dirección.
Todo comenzó con una palabra... y tu nueva vida también puede comenzar así.
Gracias por tomar a bien leer esta reflexión. Si ha bendecido tu vida, compártela con alguien que la necesite y no olvides regresar mañana para seguir alimentando tu espíritu con más Reflexiones Cristianas Diarias.